Cuando los recursos o programas de orientación funcionan, logran impactos bastante significativos en las oportunidades educativas de los alumnos, especialmente visibles en la reducción del abandono escolar y, más particularmente, en el progreso formativo del alumnado menos favorecido.

Sabemos que buena parte de los alumnos que “se pierden” en el proceso de escolarización no lo haría si dispusiera de buenos servicios y recursos de orientación y acompañamiento.

A partir de los resultados del informe elaborado por Gerard Ferrer-Esteban, en los que profundiza en las características que la evidencia señala como determinantes para la efectividad de los programas de orientación, preguntamos a los participantes del seminario “¿Qué se puede hacer desde el ámbito local para liderar una estrategia de orientación educativa efectiva?” cuáles eran las claves determinantes de los procesos de orientación de éxito. Estas fueron sus respuestas:

1. Trabajar desde el territorio

Hay que fomentar la creación de estructuras arraigadas en el territorio y la coordinación desde el municipio en clave de educación 360 con una lógica horizontal, articulando un sistema que permita gestionar e incorporar a los equipos para dar respuesta a las necesidades detectadas y poder hacer frente a las restricciones que tiene el ámbito local.

Para lograrlo hay que facilitar el acceso de agentes externos a los centros desde una mirada transversal de la educación que permita que el territorio pueda involucrarse. La implicación de las empresas en la educación es vital en los programas de orientación a fin de cohesionar las necesidades y los deseos de los jóvenes con la realidad laboral para facilitar la inserción laboral.

También resulta vital llevar a cabo un trabajo que permita conectar a los agentes que tienen relación con los jóvenes con el resto de dispositivos-servicios que también les ofrecen recursos.

2. Un modelo de orientación cohesionado

Hay que definir un modelo de orientación compartido y garantizar la coherencia entre este consenso y las acciones que se llevan a cabo. Alcanzarlo precisa de la construcción de una red con distribución clara de funciones que facilite la incorporación de roles/figuras.

Por ello, el municipio se convierte en una figura clave a la hora de coordinar los centros educativos, que al mismo tiempo debe percibir la necesidad de los centros de adaptar los modelos y las propuestas en función del contexto.

Un modelo de orientación cohesionado implica coordinar recursos para evitar duplicidades y garantizar la ventanilla única de cara al usuario.

3. Tiempo y recursos

Los municipios cuentan con las facilidades y el potencial para diseñar y fortalecer la estabilidad de programas y acciones prolongadas en el tiempo que garanticen que la figura orientadora esté presente en todo el proceso de acompañamiento.

La clave para conseguir programas de orientación que perduren es garantizar la estabilidad de los equipos docentes en los centros y las figuras de orientación, especialmente en entornos complejos.

4. La figura orientadora como pieza clave de la partida

El vínculo, la autoridad y la relación afectiva entre la figura orientadora y el o la joven son claves para que pueda convertirse en referente positivo de los procesos de orientación y acompañamiento.

El perfil profesional del referente es importante para garantizar la preparación de los profesionales y aprovechar y maximizar los recursos disponibles y las oportunidades de los y las jóvenes.

Hay que adoptar una perspectiva inclusiva e interseccional y garantizar la comunicación intercultural a través mediadores o referentes interculturales.

Es preciso mejorar la formación de los tutores y tutoras en materia de acción de tutoría y acompañamiento.

5. Poner al joven en el centro

Es imprescindible tener en cuenta la voz y la participación de los y las jóvenes. Hay que diseñar estrategias para ir donde están los jóvenes y vincularlos y reconocer orientaciones que no son acciones o proyectos formales, teniendo en cuenta los vínculos y los referentes positivos que tienen los y las jóvenes más allá del sistema educativo (incluir el ámbito cultural, deportivo, de ocio, etc.).

Desde el centro, es necesario promover el autoconocimiento incorporándolo al currículum desde la educación infantil y permitiendo a los alumnos desarrollar y entrenar las competencias para la autonomía y la toma de decisiones, lo que permitiría paliar los efectos de la socialización de género y la falta de equidad.