Sabemos que las trayectorias educativas para construir la identidad de los alumnos no son lineales. Sin embargo, aceptarlo con rigor pone en tensión a las instituciones y las políticas educativas.

En estos momentos el sistema escolar no está dando respuesta a un conjunto de jóvenes que sienten que los estudios no son para ellos y los abandonan prematuramente.

Y un recurso como las escuelas o centros de Nuevas Oportunidades es decisivo en la vida de estos jóvenes, después de una experiencia que puede haber sido un infierno. Como sistema educativo, debemos aprender que es necesario explorar las imposibilidades e inventar caminos nuevos, antes de rendirnos a la homogeneización y protocolización, y diseñar entornos de aprendizaje desde la co-creación y con la empresa .

Las cifras, y sobre todo el testimonio de los jóvenes, nos demuestran el éxito de las Nuevas Oportunidades. Sabemos que ese éxito va más allá del rendimiento. También sabemos de la fuerza de la continuidad educativa, que es el trampolín para mejorar la empleabilidad. Debemos defender una mirada prospectiva que nos ayude a plantear escenarios de futuro apostando por políticas estructurales, con coherencia transversal, y un desarrollo legislativo con fórmulas administrativas y económicas que garanticen la excelencia del trabajo con aquellos colectivos con mayores dificultades.

Y todo ello, es necesario hacerlo teniendo en cuenta el conocimiento y la experiencia de la que ya disponemos en estos momentos.