El absentismo escolar es una vulneración extrema del derecho a la educación de niños, niñas y jóvenes. La nueva situación generada por la covid-19 ha provocado que en estos días se hable y se escriba mucho sobre la importancia de la vinculación física y emocional con la escuela y los riesgos que comporta la desvinculación por el agravamiento de la brecha educativa y social.

Aunque el absentismo escolar es un viejo problema, que persiste en la mayor parte de los sistemas educativos, su relevancia emerge en el nuevo contexto social con más fuerza que nunca por sus consecuencias sobre la desigualdad de oportunidades
educativas, sobre la reproducción del círculo de la pobreza y las menores oportunidades laborales asociadas.

Vale la pena señalar que el absentismo escolar, concebido como la ausencia del alumnado matriculado en la escuela, por razones no justificables, correlaciona, según estudios internacionales, con el bajo rendimiento escolar, la repetición de curso, la desvinculación y el abandono educativo. Por ello, la erradicación del absentismo y del abandono educativo son uno de los retos fundamentales de nuestro sistema educativo si se pretende avanzar hacia una educación inclusiva que garantice la permanencia y la continuidad exitosa de todo el alumnado.

En este nuevo marco, y contextualizando la investigación de evidencias derivadas del informe ¿Son efectivos los programas de lucha contra el absentismo escolar?, elaborado por Sheila González Motos, nos atrevemos a plantear cinco grandes ejes de actuación, con la voluntad de contribuir a la reflexión sobre el abordaje del absentismo y el abandono, en clave de política educativa y social, desde la corresponsabilidad de todos y cada uno de los agentes implicados.